miércoles, 31 de octubre de 2007
LA CARACAS DE...
Publicado por la revista Estampas.
Sofía Imber
"No sé vivir
sin Caracas "
De niña se escapaba de clases para conocer la ciudad, y de adulta subió
El Ávila hasta sus 80 años. ¿Cómo no?: se declara amante y doliente de
la capital Por Johan M. Ramírez Foto: Natalia Brand
'Un brillo cristalino le inunda los ojos, y el rostro se le alegra cuando habla sobre la Caracas de su juventud. Sonríe con cada frase, y en la voz se le siente el quebranto que jamás podrán ocultar quienes decidieron amar su ciudad.
"Casi me ofende su pregunta", responde ante la interrogante: "¿Se considera caraqueña?", y es que, cierto es, Sofía Ímber nació en Rumania, cruzando los mares hacia el nuevo mundo. Sin embargo, se declara "caraqueña de todo corazón", y doliente de esta urbe hasta por sus desventuras invisibles. "Yo podría irme del país y evitarme este dolor, pero no puedo. Amo la capital: no me hallo sin ella", confiesa, y atribuye tal afinidad a la contagiosa pasión de su primer esposo, el escritor Guillermo Meneses, quien fue cronista de la ciudad.
En su infancia, Sofía recorría la ciudad junto a su madre a bordo del tranvía, y en la adolescencia lo hacía con sus compañeras del Liceo Fermín Toro, donde cursó la secundaria. "Solíamos escaparnos de clase para pasear por Caracas. Para nosotras, unas muchachitas, aquello era una gran aventura", recuerda con picardía.
Luego vivió en Mérida, donde estudió Medicina hasta que el periodismo la sedujo para siempre. A la par, el tiempo la llevó a su destino ineludible: crear el Museo de Arte Contemporáneo que luego llevaría su nombre.
"Eso lo hicimos para los caraqueños. Sólo queríamos que tuvieran el mejor museo de Latinoamérica. Por eso trabajamos tanto. Nunca por un sueldo, pues hasta el que limpiaba el piso estaba consciente de que limpiaba el piso de un museo, y que con eso estaba construyendo el país", dice.
Asimismo halló el espacio para desarrollar a plenitud su pasión por el periodismo. Fundó medios impresos, fue coordinadora de las páginas culturales de El Universal, dirigió una revista y colaboró con decenas de publicaciones en todo el continente. "¡Esos años los disfruté horrores!", señala.
Luego se le abrieron las puertas de la televisión, y junto a su segundo esposo, Carlos Rangel, condujo el programa Buenos Días, donde entrevistó a casi diez mil personajes. "Caraqueño que no pasaba por allí, no estaba en la 'comida'", dice con orgullo. También condujo los espacios Carlos y Sofía, La Venezuela posible y Sólo con Sofía (actualmente la UCAB desarrolla la cátedra Memoria del Periodismo Venezolano Sofía Ímber, donde se digitaliza este material).
Las décadas pasaron y una nueva etapa llegó a su vida. En 2003 fue destituida como directora del Museo de Arte Contemporáneo, luego de 31 años de labor. Hizo una pausa en el periodismo, y sus programas de televisión pasaron a ser una referencia del pasado. Sin embargo, algo se mantuvo intacto. "Sigo amando a Caracas profundamente. Sufro por ella, me alegro con ella", asegura.
Hasta hace dos años cultivó el placer de subir El Ávila, pero su rodilla derecha dijo no más. "Era emocionante caminar junto a los jóvenes, esforzándome por llegar arriba. Respirar ese aire limpio y disfrutar de las vistas desde lo alto era fabuloso. Pero el médico me dijo que no subiera de nuevo, pues mi rodilla no me dejaría bajar", se lamenta.
A veces, dice de corazón, quisiera ir al museo -pues desde su destitución no ha regresado-, pero se resiste. Tal vez nunca vuelva, pero eso no borrará el legado de una vida dedicada a la cultura de esta ciudad.
"Yo viví doce años en París, cuatro en Bélgica y uno en Londres, y aún así no sé vivir sin Caracas", afirma, y en un arrebato de simpatía, toca su cuerpo para señalar: "Aquí tengo dos pulmones, por aquí el hígado, aquí los riñones… y justo aquí, por este costado, está Caracas: uno de mis órganos vitales".
Asistente de fotografía: Anita Carli
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