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lunes, 10 de diciembre de 2007

LA CARACAS DE OMAR VIZQUEL


Publicado por Estampas

Omar Vizquel

"¿Caraquista?
¡No, yo era
magallanero!"


Es el mejor campocorto del mundo, estrella de las Grandes Ligas, y futuro miembro del Salón de la Fama, pero eso sí: "Nada como jugar en Caracas"

Por Johan M. Ramírez Foto: Natalia Brand

Dicen que su guante es de oro, y sus manos de seda. Es cierto, tanto como su profunda conexión con esta ciudad que lo vio nacer, lo vio jugar en sus calles, hacerse un profesional del deporte y convertirse en el mejor campocorto del mundo.

Omar Vizquel, basta que diga dos palabras, es un caraqueño inconfundible, irrenunciable, incomparable. Ni el exilio beisbolero ha podido robarle la entonación de la voz y los modismos naturales de esta ciudad.

"Es que cuando estoy afuera extraño todo de Caracas: la comida, la música, los lugares, el clima, la gente, el estadio, los Leones", enumera, y reconoce que, aunque ha pisado los parques más famosos de las Grandes Ligas, nada se compara con saltar al gramado del Universitario. "La pasión del fanático hace que aquí todo sea distinto", asegura.

Vizquel, 11 veces ganador del Guante de Oro en las Mayores, nació en la parroquia San José, en 1967, y creció en Santa Eduvigis. Desde entonces su vida giró, como ahora, en torno a una pelota. "Lo mío siempre fue el deporte. Con decirte que muchas veces me hacía el loco para no entrar a clase y seguir jugando beisbol", cuenta.

Caraqueño natural, asistió puntual a las infaltables caimaneras de la calle. "Hoy las recuerdo con cariño, pues es muy bonito saber que uno comenzó allí", dice. Por aquel tiempo, iba al estadio de la UCV cada vez que David Concepción, su ídolo y otro grande del beisbol venezolano, jugaba en la capital.

Pero un día, a los 17 años, el destino lo condujo a su propio lugar en el terreno, entonces debutó con los Leones. "Era muy raro verme junto a Galarraga, Vitico Davalillo y Antonio Armas. Además, recuerdo a mis amigos en la tribuna, y yo, que tanto había ido con ellos, ahora estaba uniformado en el campo", rememora, lo que le obliga a redundar justificadamente: "Nada como jugar en esta ciudad". Entonces una pregunta "obvia" obtiene una respuesta sorprendente. ¿Eras caraquista? "¿Caraquista? ¡No, yo era magallanero!", apunta, y sonríe por la contradicción.

Con el tiempo todo cambió, y su nombre y sus zambullidas en pos de un roletazo se hicieron parte de una época capitalina. Por temporadas, tal como en esta 2007-2008 del béisbol venezolano, el parque de la UCV se deslumbró con su magia defensiva.
"Es especial regresar a mi ciudad, pero a la vez extraño, porque todo es distinto: hay edificios nuevos, restaurantes y discotecas que ya no existen, el tráfico está peor.

Pero algo sigue igual: la calidez de la gente".

Hoy día, Vizquel vive una esporádica Caracas de ajetreadas visitas anuales, en las que debe atender decenas de entrevistas, pautas publicitarias, y cientos de autógrafos cada día. "Aquí casi no puedo salir, porque la gente me reconoce, me sigue, y no me deja hacer nada", apunta.

Desde hace años está residenciado en Estados Unidos, pero sigue siendo un caraqueño original, marcado con el sello de "esta ciudad chévere, que es un vacilón". Durante sus largas temporadas en el Norte, cuando alguien dice "Caracas", viaja en la memoria a la capital de sus raíces. Piensa en los días en que jugaba baloncesto en el Parque del Este, piensa en las calles y los parques donde comenzó: "Chato Candela, 23 de Enero, Caricuao, La Planicie, La Carlota, Sierra Maestra, Parque Miranda, La Ciudadela, Cumbres de Curumo… ¡Yo he jugado en todos los camposde esta ciudad!", dice quien, aunque acostumbrado a la eterna rivalidad entre caraquistas y magallaneros, se esperanza con la idea de que algún día, en esta metrópolis, sus ciudadanos jueguen por fin para un solo equipo, y ya no más
para dos.


Asistente de fotografía: Anita Carli

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